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MONDRAGON Movimiento cooperativo
El hecho determinante que había de dar lugar a la “puesta de la primera piedra” del edificio hoy constituido por MCC, se encuentra inequívocamente en la llegada a Mondragón de un joven sacerdote llamado D. José María Arizmendiarrieta. En algunos proyectos resulta complicado encontrar un único factor causal, a lo mejor porque no existe, pero en éste las cosas son meridianamente claras, hasta el punto de que incluso para aquellos que no tuvimos la suerte de tomar parte activa en las primeras realizaciones, resulta fácil identificar a la persona de D. José María como desencadenante fundamental de nuestra particular historia. Aunque sea una hipótesis incomprobable, todos los que participamos en este proyecto estamos convencidos de que sin el influjo de su presencia, las también llamadas cooperativas de Mondragón simplemente no habrían existido. Tal fue la capacidad movilizadora de aquel sacerdote joven, 26 años entonces, dinámico, emprendedor, cargado de ideas, que en 1941 llega a Mondragón para hacerse cargo de la juventud de la parroquia. Desde su llegada hasta la aparición de la primera empresa productiva transcurren nada menos que catorce años, lo que quiere decir que en su ánimo no hay una idea preconcebida de desarrollo empresarial y sí de preocupación por las personas, porque existan opciones para todos y se satisfagan las carencias sociales enormemente acusadas en una población que vive las consecuencias desastrosas de la guerra civil. En este dilatado período de tiempo hasta la constitución de Talleres Ulgor, hoy Fagor Electrodomésticos, D. José María trabaja intensamente con los jóvenes, organizando multitud de actividades deportivas, culturales y principalmente formativas. Algunos de aquellos jóvenes empiezan a destacar por su papel en las actividades que emprende el sacerdote, realizan un esfuerzo significativo, compatibilizando estudio y trabajo, adquiriendo conocimientos y valores que les harán convertirse más tarde en los artífices de una complicada y admirable tarea, transformar las ideas de D. José María, la mayoría de las veces sólo esbozos, no siempre nítidos, en realidades operativas que conciten la adhesión de los partícipes y se desarrollen con éxito. La tarea formativa de aquellos primeros años tiene en su esencia contenidos que aún hoy en día constituyen para muchas entidades una aspiración: compatibilizaba la exposición, la definición de la idea, con el método mediante el cual los receptores de la teoría se convertían en realizadores de su aplicación. Se aprendía escuchando, debatiendo y haciendo. Sólo dos años después de su llegada a Mondragón, crea la Escuela Profesional, germen de lo que andando el tiempo ha llegado a ser Mondragon Unibertsitatea. La Escuela ha tenido siempre un papel de primera magnitud formando a muchas de las personas que posteriormente fueron artífices destacados del desarrollo cooperativo.
Todo este largo proceso de experiencias organizativas y de formación sirve para que los jóvenes implicados alcancen un extraordinario grado de madurez, preparándose para abordar una etapa en la que su rol va a adquirir mayor trascendencia y, guiados siempre por el líder indiscutible, deciden embarcarse en un original desarrollo empresarial.
Dionisio Aranzadi, S.J. Universidad de Deusto, Mayo 2003
El hecho determinante que había de dar lugar a la “puesta de la primera piedra” del edificio hoy constituido por MCC, se encuentra inequívocamente en la llegada a Mondragón de un joven sacerdote llamado D. José María Arizmendiarrieta. En algunos proyectos resulta complicado encontrar un único factor causal, a lo mejor porque no existe, pero en éste las cosas son meridianamente claras, hasta el punto de que incluso para aquellos que no tuvimos la suerte de tomar parte activa en las primeras realizaciones, resulta fácil identificar a la persona de D. José María como desencadenante fundamental de nuestra particular historia. Aunque sea una hipótesis incomprobable, todos los que participamos en este proyecto estamos convencidos de que sin el influjo de su presencia, las también llamadas cooperativas de Mondragón simplemente no habrían existido. Tal fue la capacidad movilizadora de aquel sacerdote joven, 26 años entonces, dinámico, emprendedor, cargado de ideas, que en 1941 llega a Mondragón para hacerse cargo de la juventud de la parroquia. Desde su llegada hasta la aparición de la primera empresa productiva transcurren nada menos que catorce años, lo que quiere decir que en su ánimo no hay una idea preconcebida de desarrollo empresarial y sí de preocupación por las personas, porque existan opciones para todos y se satisfagan las carencias sociales enormemente acusadas en una población que vive las consecuencias desastrosas de la guerra civil. En este dilatado período de tiempo hasta la constitución de Talleres Ulgor, hoy Fagor Electrodomésticos, D. José María trabaja intensamente con los jóvenes, organizando multitud de actividades deportivas, culturales y principalmente formativas. Algunos de aquellos jóvenes empiezan a destacar por su papel en las actividades que emprende el sacerdote, realizan un esfuerzo significativo, compatibilizando estudio y trabajo, adquiriendo conocimientos y valores que les harán convertirse más tarde en los artífices de una complicada y admirable tarea, transformar las ideas de D. José María, la mayoría de las veces sólo esbozos, no siempre nítidos, en realidades operativas que conciten la adhesión de los partícipes y se desarrollen con éxito. La tarea formativa de aquellos primeros años tiene en su esencia contenidos que aún hoy en día constituyen para muchas entidades una aspiración: compatibilizaba la exposición, la definición de la idea, con el método mediante el cual los receptores de la teoría se convertían en realizadores de su aplicación. Se aprendía escuchando, debatiendo y haciendo. Sólo dos años después de su llegada a Mondragón, crea la Escuela Profesional, germen de lo que andando el tiempo ha llegado a ser Mondragon Unibertsitatea. La Escuela ha tenido siempre un papel de primera magnitud formando a muchas de las personas que posteriormente fueron artífices destacados del desarrollo cooperativo.
Todo este largo proceso de experiencias organizativas y de formación sirve para que los jóvenes implicados alcancen un extraordinario grado de madurez, preparándose para abordar una etapa en la que su rol va a adquirir mayor trascendencia y, guiados siempre por el líder indiscutible, deciden embarcarse en un original desarrollo empresarial.
Dionisio Aranzadi, S.J. Universidad de Deusto, Mayo 2003
Historia