En 1960, 339 sacerdotes presentan protesta


En 1960, 339 sacerdotes presentaron a la jerarquía y a la Secretaría de Estado del Vaticano un escrito en el que denunciaban las detenciones, las torturas, la censura y la represión del régimen. Ese texto, en el que también se reclama "la defensa de los derechos del pueblo vasco y de su lengua", impacta en Roma y enfurece a los dirigentes de Madrid, pero también a Javier Lauzirica, administrador apostólico vasco, quien declara en Mungia (Vizcaya) que esos curas rebeldes son unos "ama putean semeak" (hijos de puta).
"La Iglesia que yo viví contribuyó a la lucha por las libertades de este pueblo" recuerda el ex sacerdote Carlos Trevilla, que se secularizó en 1978 para convertirse en líder sindical. "Fue la época de la huelga de Bandas, de los curas obreros de la margen izquierda del Nervión, de Altos Hornos, de la Naval, y de las primeras manifas. Pero también hubo quien confundió su labor pastoral con un liderazgo político en el mundo nacionalista, en su mayoría en el PNV, llegando a militar o colaborar con ETA".
Mientras, el episcopado anquilosado no se atrevió a cambiar, y se produjo una gran tensión, recuerda el jesuita Rafael Aguirre, decano de Teología de la Universidad de Deusto: "El momento fue muy importante, el cambio muy rápido. No sé si la Iglesia tuvo mucha influencia en la sociedad, pero sí logró mucha repercusión canalizando las inquietudes políticas de muchos sectores de la juventud. Pero también se cometieron muchos errores, y se llevaron a muchos jóvenes al matadero. Eso también se debe reconocer".
La salida del franquismo supuso momentos muy convulsos en la Iglesia vasca, para la que no eran tiempos de autocrítica. Todo lo contrario: el nacionalismo había adquirido fuerza y en torno a él se tejieron nuevas creencias, incluso dogmas en los que se reafirmaba el imaginario nacionalista. De hecho, y como antaño, el clero era el principal elemento legitimador y difusor de la doctrina nacionalista, sobre todo en las zonas con tradición carlista. Zonas, que, con el tiempo, se convertirán en muchos casos en feudos de abertzales radicales.
"En todos esos años", analiza Demetrio Velasco, sacerdote y profesor de universidad, "una parte importante de la Iglesia vasca, especialmente del clero, compartió con el nacionalismo algunos prejuicios ideológicos, que no sólo le han llevado a tener una excesiva connivencia con él, sino que le ha impedido ejercer tanto una necesaria crítica del proyecto de construcción nacional como una imprescindible autocrítica de su propio proceder". En efecto, y según otras fuentes consultadas, es el carácter religioso de la Nación el que va a legitimar un comportamiento de sumisión a la autoridad, en este caso el Gobierno Vasco o PNV: "La obediencia acrítica a la autoridad heredada se convierte así, a su vez, en frente de desobediencia a todo lo que se entiende que es innovación artificialista, como ocurrirá con el Estado y con las demás instituciones políticas democráticamente constituidos", reafirma Velasco.